Este blog ya no está aquí. Ahora está aquí. ¡Nos fuimos!
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Acaba de llegar un tipo a desinsectar mi casa y me he tenido que ir yo. ¡Pues sí que son eficaces!
Para los que entran aquí y ven que el blog ‘se vació’, les explico que simplemente hice un ‘traspaso‘ a este blog (que podrías leer, eh?):
Como comento en este enlace, es una etapa que se cerró. Un sueño hermoso, cumplido, pero que ahora deja paso a otra historia.
Vuelven las ganas de contar cosas y para eso lo mejor es empezar de cero, asumiendo el vértigo que da el ‘papel en blanco’ y la falta de ritmo. Pero ese miedito se vence con la enorme ilusión por volver a escribir.
Bienvenidos.
Sin embargo, mi madre, por llevar la contraria, decidió que me llamaría Javier y que jamás vería Verano Azul. Y es que en aquella época era ella la que llevaba los pantalones. Eso motivó que mi padre fuera expulsado de la Iglesia, justo antes de que le dieran una hostia.
Mi infancia precedió a mi adolescencia. Después de un tiempo alcancé mi juventud. En ese tiempo conseguí dejar de ser virgen. Le dieron el papel a mi compañero de pupitre.
Luego, a los 32, convencido de la importancia de labrarme un próspero futuro, fui a la Escuela de Ingeniería. Tardé casi dos años en llegar. Ya por entonces había aprobado mi última asignatura. Copiándome, claro. Copiándome, claro. Copiándome, claro. Copiándome, claro.
Por el camino fui incapaz de rellenar un solo Sudoku de nivel medio con las bolas del bingo de mi tía Carmen. El resto de mi vida seguí siempre en la misma línea.
Hoy tengo 35 años, aunque perfectamente podría ser más viejo que Florinda.
Te invito a que me acompañes a dibujar mi camino. También podríamos inventarnos otro.